Tras una (MUY) larga pausa por las vacaciones, estamos de vuelta. Espero que el nuevo año les esté siendo de provecho y que no duden en seguir disfrutándolo con nosotros.
Explorando la historia de Roma con detenimiento, los nombres de sus protagonistas son en la mayoría de las ocasiones el gran objetivo de la curiosidad del público. César, Marco Aurelio, Agripa... lo cierto es que de muchos de aquellos nombres solo han trascendido pequeñas partes que no terminan de hacer justicia a quienes los portaron.
Para los romanos, dar un nombre era un complejo ritual repleto de tradiciones y ceremonias, cuya finalidad era transmitir los valores e historia de la familia a las generaciones venideras. El nombre propio se otorgaba el octavo día después del nacimiento a las niñas, y el noveno a los niños. El día en cuestión era conocido como dies lustricus y en él el padre reconocía al niño ante el hogar doméstico. Mediante una ceremonia sencilla que consistía en alzar al recién nacido del suelo (tollere filium) y tomarlo en brazos, se purgaba (lustrare) al bebé y se le daba el praenomen o lo que nosotros conocemos como nombre de pila, coincidente con el de alguno de sus antepasados. A las niñas, sin embargo, se les daba un nomen siempre coincidente con el de su familia (gens).
La Historia Antigua es un cofre sin fondo, una tierra nueva llena de secretos que merecen ser contados. La Fortuna Sonríe a los Audaces, ¿me acompañas?
viernes, 23 de enero de 2015
El nombre romano: historias de familia
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