El exjugador
sufrió un infarto que resultó mortal mientras dormía.
¿Qué
determina en nuestra era lo que convierte a un hombre en leyenda? Juzgar los
actos y méritos de una persona tras su marcha es una tarea muy complicada, casi
tanto como durante su vida. Quizá la verdadera respuesta resida en algo mucho
más simple, más primario, pero no menos hermoso: la memoria.
Los hombres
y mujeres que hoy en día consideramos leyendas, lo son porque en cada uno de
nosotros logran despertar un recuerdo, una muesca imborrable en nuestro
pensamiento que hace que veamos en esa persona algo extraordinario que nosotros
presenciamos, oímos, sentimos.
Hay quienes
recuerdan tres balones de oro, hay quienes recuerdan una dilatada carrera de
éxito deportivo, tanto en el campo como fuera de él. También hay quienes podrán
recordar colaboraciones en directivas y federaciones de fútbol. El recuerdo, la
maravilla, la sonrisa que ese pequeño milagro despierta.
El Holandés volador, El Tulipán de
oro, El Mago, El Salvador, Jopie, El Flaco. Marcó cuatrocientos cinco goles, recuerden, 40 con
su selección. Recuerden también que cuando llegó al Barcelona, el suyo fue el
traspaso más caro de la historia hasta ese momento (60 millones de pesetas). Y
también recuerden que también logró que aquel mismo año el Barça no perdiese un
solo encuentro desde su llegada, y por fin ganase la liga.
El fútbol
nunca fue igual, y ya nunca lo será. El panteón de este deporte aguarda ansioso
el alma de uno de sus más dignos defensores. Un referente se nos ha ido. Un superclase.
Una filosofía. Un estilo. Un futbolista. Un entrenador. Un padre. Un hombre. Un
nombre: Johan Cruyff.
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