viernes, 7 de noviembre de 2014

Actium: ¿Realidad o Mito?

Imaginen una batalla naval de dimensiones casi homéricas, una batalla en la que las cifras sobrepasen cualquier antecedente, una batalla en el mar que disputen dos titánicos aspirantes a gobernar la mayor parte del mundo conocido. Una batalla narrada por poetas tan grandes como Virgilio y Shakespeare, por historiadores como Plutarco. Esa batalla fue real, o al menos eso parece. Esa batalla tuvo lugar el 2 de septiembre del 31 a.C. frente al golfo de Ambracia y el promotorio de Actium, en Grecia. Los contendientes: Cayo Julio César Octaviano (conocido para la historia como Cayo Octavio, Octavio Augusto o César Augusto) y Marco Antonio con la ayuda de Cleopatra Filópator VII, reina de Egipto.
Aunque seguramente muchos de ustedes ya conozcan los detalles, es importante hacer una breve retrospectiva a unos acontecimientos que tuvieron lugar unos trece años atrás. El 15 de marzo del 44 a.C., Cayo Julio César, dictador vitalicio de Roma y probablemente el romano más célebre de todos los tiempos, es asesinado por unos senadores abiertamente opuestos a sus políticas. Este hecho desató una concatenación de guerras civiles que desestabilizaron el mundo romano. Estos enfrentamientos quedaron reducidos hacia el 32 a.C. en un conflicto entre Octavio (hablaremos de él así para evitar confusiones) y Marco Antonio, este último apoyado por la reina Cleopatra VII de Egipto. Previamente, estos dos prohombres, junto con Marco Emilio Lépido, firmaron en Bolonia hacia el 43 a.C. un acuerdo de triunvirato por el que los tres se repartían a partes "iguales" los dominios de Roma: Octavio con Italia, Córcega, Cerdeña y Sicilia; Antonio con Grecia, Siria, Tracia, la Galia Cisalpina y los reinos clientelares de Oriente; Lépido con África, Hispania y la Galia Narbonense.
Una vez todos los asesinos de César fueron perseguidos y aniquilados, Antonio se dispuso a llevar a cabo la campaña que el propio César tenía pendiente contra el reino de los partos, mientras que Octavio se propuso como objetivo estabilizar la economía de Italia.

 El Imperio Parto.

Antonio, viéndose sin fondos para financiar la costosa campaña en Oriente, decide convocar en Siria a todos los clientes-reyes de Roma para pedirles su oro y sus hombres, con una excepción, Egipto. El triunviro se desplaza en perso hasta Alejandría para discutir los términos del préstamo. Era de sobra conocido por todo el mundo que Cleopatra VII había sido amante de César y que este le dio un hijo: Ptolomeo XV César, comúnmente llamado Cesarión. Obsesionada con darle a su divino hijo una esposa, Cleopatra espera que la sangre Antoniana de su invitado (considerada divina, al igual que la de César) haga florecer de nuevo las cuencas del Nilo, y haga más fuerte a Egipto. Lo que al principio parece ser una relación de quid pro quo, pronto se convierte en uno de los romances más célebres de la historia.

 Dominios del Egipto Ptolemaico hacia el 100 a.C.

Pasan los años, y Antonio le da a Cleopatra dos mellizos y un tercer hijo: Alejandro Helios, Cleopatra Selene y Ptomoleo Filadelfo. Sus largas estancias en Egipto, sumados a sus ausencias en el Senado y en Roma y al fracaso de la campaña parta, llevan a Octavio a tornar la opinión pública en contra de Antonio, que culmina su sucesión de fracasos divorciándose de la hermana de Octavio, Octavia, para casarse con Cleopatra. Este hecho fue considerado casi un sacrilegio, ya que se tenía a Octavia por una de las esposas más virtuosas de Roma, y la fama de mujeriego de Antonio era mundial.
Octavio, decidido a mantener su promesa de no ir a la guerra contra Antonio, convierte lo que en un principio parecía un conflicto civil en una guerra contra un enemigo extranjero. El heredero de César culpa a Cleopatra de la locura de Antonio y deslegitima la figura de Cesarión como hijo biológico de César. A partir de entonces, en Roma se conoce a la reina de Egipto como "La Reina de las Bestias", en clara referencia a su culto a dioses con forma animal.
Cleopatra, por su parte, vierte lentamente en el oído de Antonio en veneno del poder. Concibe la idea de plantar cara a Octavio y derrotarlo, para así conquistar Roma y implantar de nuevo un rey en la Ciudad Eterna: su hijo, Cesarión.
Ambos bandos reclutan tropas a toda prisa: Octavio y su mejor general, Marco Vipsania Agripa, cuentan con 13 legiones totalmente armadas (unos 80.000 hombres) reclutadas en Italia, Hispania y la Galia, además de unos 400 barcos de guerra romanos; mientras, Antonio y Cleopatra cuentan con 20 legiones (120.000 hombres) y unos 300 barcos romanos reforzados con 200 naves de guerra egipcias. El propio Senado se divide entre los contendientes. Unos 400 senadores fieles a Antonio abandonan Roma y se unen a sus fuerzas en Grecia, mientras que los 600 restantes se unen al bando de Octavio.


De izquierda a derecha y descendiendo: César, Agripa. Octavio, Cleopatra y Antonio.

 
Cleopatra toma el control y siembra el descontento entre los generales de Antonio. Hombres de guerra romanos no son capaces de aguantar a una mujer en la tienda de mando y poco a poco desertan en masa. Paralelamente, las tropas de Octavio y Agripa acorralan cada vez más a las fuerzas antonianas hasta cortar los suministros del campamento principal en Ambracia. La disentaría y el descontento de la tropa se suman a la pérdida de más de la mitad de las naves de Antonio. Sólo les quedan 230 barcos y los 400 de Octavio forman ya en la bahía, dispuestos a atacar.

Mapa de la batalla.
Antonio se encuentra en una encrucijada: sus generales romanos proponen por una parte una batalla decisiva que se zanje con la victoria o la muerte; los clientes-reyes y Cleopatra, porponen una huída organizada a Egipto y salvar el mayor número de hombres posibles. Y es en este punto donde la historia se divide en dos teorías.
La primera, la "versión oficial" por decirlo de algún modo, habla de una cruenta batalla en la que los barcos de Antonio fueron aniquilados y tanto él como Cleopatra lograron huir a Egipto. Tras la derrota en mar, las tropas antonianas restantes, comandadas por Publio Canidio Craso, negocian un cambio de bando con Octavio. El propio Augusto decide crear monumentos a la batalla con los espolones de las naves hundidas o capturadas, en que la noticia de su victoria se escuche en cada rincón del mundo romano.
Sin embargo, existe una segunda teoría que seguramente les resultará mucho más atractiva. Se sabe por la disposición táctica de la batalla que Antonio ordenó embarcar al mayor número posible de legionarios en las embarcaciones antes de la batalla, y que su plan principal era dirigirse rumbo Sur rodeando el Peloponeso, hasta Egipto, ordenando a las tropas restantes comandadas por Canidio reunirse con ellos por tierra. ¿Y si en realidad la batalla jamás se produjo? Supongan que únicamente una fracción mínima de las fuerzas antonianas lucharon lo suficiente como para distraer a la flota de Octavio mientras el grueso de sus fuerzas se marcharon a Egipto. No suena descabellado en absoluto, ya que nadie embarca a sus tropas de tierra si tiene pensado combatir en el mar, ¿verdad? Piensen en ello.
Algo que apoya esta teoría y que es también de dominio público es que Octavio contaba con agentes y difamadores por todo el imperio, que se encargaban de difundir las noticias y rumores referentes a su persona. Colleen Mccullough defiende esta idea en la novela que culmina su saga sobre la antigua Roma, Antonio y Cleopatra. En el capítulo referente a la batalla, se muestra a un Octavio ansioso por derrotar a Antonio y que, al menospreciar Agripa su victoria ante la pírrica resistencia de los antonianos, decide que las noticias que deben llegar a Roma deben ser muy distintas, que toda Roma debe creer que Antonio fue brutalmente derrotado y que Actium había sido la mayor batalla y la más decisiva de su tiempo. Interesante, ¿verdad?
Algo que sí es cierto es que Actium marcó un antes y un después en la historia de Roma ya que, al llegar a Egipto, Antonio dedicó su tiempo a la bebida y el hedonismo, y que sus fuerzas fueron paulatinamente pasándose a las filas de Octavio. César, por su parte, viajó con un grupo armado hasta Egipto para apresar a los dos amantes y asesinar a Cesarión, pues este era la auténtica amenaza a su poder y el único capaz de desligitimarle ante el Senado como heredero de César. Ante la llegada de Octavio, Antonio decide atravesarse con su propia espada antes de rendir cuentas ante el mocoso que le había arrebatado todo. Cleopatra, al enterarse del destino de su amado, se envenena con la mordedura de un áspid y ordena evacuar a sus hijos a lugar seguro. Octavio, al llegar, ordena buscar a los niños y ejecutarlos, culminando con ello el fin de la última dinastía de faraones en Egipto y convirtiendo el antiguo reino clientelar en una provincia de Roma. Su ascenso al poder y su papel como primer Imperator son de sobra conocidos y, como suele decirse, el resto es historia.

Si alguien quiere saber qué es el amor, no diga nunca que fue un sueño. Cuando todos mis otros sueños fracasaron, éste existió con tanta fuerza que, al morir, lo invoco como el único dios que dirigió mis caminos... 
Últimas palabras de Marco Antonio.

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