lunes, 3 de noviembre de 2014

De idiotas va la cosa

Todo comienza con las palabras. Las palabras son y siempre serán la primera piedra del pensamiento humano. Occidente se ha construido sobre ideas que fueron palabras, y palabras que luego fueron realidades. Cualquier palabra tiene un origen, un punto de partida, como una historia, como una vida. Y es ahí donde comenzaremos nuestro viaje, estudiando el origen de una palabra: idiota.
Para ello viajaremos muy atrás en el tiempo, a Grecia, al siglo V a. C. Una y otra vez volveremos a esta época cuando hablemos de palabras ya que, a fin de cuentas, la Antigua Grecia es la cuna de nuestra civilización, y junto con Roma, la fuente de la mayoría de palabras de las lenguas modernas. Por aquel entonces, Atenas era una ciudad estado dividida, empobrecida y en constante conflicto que acababa de concebir la idea más revolucionaria de todas las jamás elaboradas hasta el momento: la democracia.

Pericles ante la asamblea democrática

Interesante idea, ¿no creen? Pero poniendo los pies en el suelo, tanto ustedes como yo sabemos que este primer modelo de democracia era algo que debía ser cogido con pinzas. En Atenas, solo estaban llamados a participar de la democracia aquellos considerados como ciudadanos de pleno derecho, que por aquel entonces suponían un 10% de la población.
Bien, considerando todo esto, es importante que nos centremos en el tema que nos ocupa hoy. La palabra idiota, en lo que a su significado y forma moderna se refiere, aparece alrededor del 1300 d.C. procedente del término francés idiote que significa "persona ignorante o sin educación". Si retrocedemos un poco más, vemos que existe una palabra latina que se refiere únicamente a una persona corriente, significado que dista bastante del actual.
Sin embargo, al alcanzar las más profundas raíces de la palabra, al retroceder a esa Atenas del siglo V a. C., vemos que idiota tiene su origen en el griego clásico ἰδιώτης (idiōtēs), este era un término generalmente utilizado para referirse al ciudadano privado y egoísta que no se preocupaba de los asuntos públicos y no ejercía su derecho al voto.
Invita a la reflexión, ¿no creen? Aunque en los tiempos modernos el voto parece haberse desvirtuado dada su universalidad, este sigue siendo un tremendo poder que se ha legado al pueblo para establecer y rechazar gobernantes, para decidir sobre su futuro y sobre el futuro de los suyos. Por entonces, el voto era algo exclusivo, un privilegio dado a muy pocos, de ahí que no aprovecharlo fuese considerado un deshonor. Y es que, si se tiene en cuenta su significado más allá de la propia palabra, no votar parece de idiotas, ¿no?

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