Para ello viajaremos muy atrás en el tiempo, a Grecia, al siglo V a. C. Una y otra vez volveremos a esta época cuando hablemos de palabras ya que, a fin de cuentas, la Antigua Grecia es la cuna de nuestra civilización, y junto con Roma, la fuente de la mayoría de palabras de las lenguas modernas. Por aquel entonces, Atenas era una ciudad estado dividida, empobrecida y en constante conflicto que acababa de concebir la idea más revolucionaria de todas las jamás elaboradas hasta el momento: la democracia.
Pericles ante la asamblea democrática
Bien, considerando todo esto, es importante que nos centremos en el tema que nos ocupa hoy. La palabra idiota, en lo que a su significado y forma moderna se refiere, aparece alrededor del 1300 d.C. procedente del término francés idiote que significa "persona ignorante o sin educación". Si retrocedemos un poco más, vemos que existe una palabra latina que se refiere únicamente a una persona corriente, significado que dista bastante del actual.
Sin embargo, al alcanzar las más profundas raíces de la palabra, al retroceder a esa Atenas del siglo V a. C., vemos que idiota tiene su origen en el griego clásico ἰδιώτης (idiōtēs), este era un término generalmente utilizado para referirse al ciudadano privado y egoísta que no se preocupaba de los asuntos públicos y no ejercía su derecho al voto.
Invita a la reflexión, ¿no creen? Aunque en los tiempos modernos el voto parece haberse desvirtuado dada su universalidad, este sigue siendo un tremendo poder que se ha legado al pueblo para establecer y rechazar gobernantes, para decidir sobre su futuro y sobre el futuro de los suyos. Por entonces, el voto era algo exclusivo, un privilegio dado a muy pocos, de ahí que no aprovecharlo fuese considerado un deshonor. Y es que, si se tiene en cuenta su significado más allá de la propia palabra, no votar parece de idiotas, ¿no?
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